Autor/a
María Negroni
Editorial
WunderKammer
Idioma
Castellano
Páginas
290
Dimensiones
16,50 x 11,00
Edición
2
Colección
Cahiers
Estado
Nuevo
ISBN
9788412743104
Enciclopedia portátil del asombro. Diccionario de maravillas. Devocionario de la belleza contenida en lo mínimo, lo esquivo, lo raro. Este ensayo lírico es un archivo particular de fetiches y obsesiones, y también un itinerario por los rincones más exquisitos e intransitados de nuestro universo cultural. Por orden alfabético, como si el mundo fantástico pudiera ordenarse, se suceden más de cien textos breves sobre castillos, catálogos, gabinetes de curiosidades, dobles, muñecas automática, máquinas solteras, Ahtanasius Kircher, Baudelaire, Joseph Cornell o el Dr. Caligari.
Pequeño mundo ilustrado es un billete de ida hacia otros tantos descubrimientos y una invitación al lector para que no deje de recorrer el mundo con los ojos asombrados, y por lo tanto felices, de un artista o de un niño.

Esta edición revisada y ampliada de "Pequeño mundo ilustrado" incluye veintitrés nuevas entradas al diccionario en permanente construcción de María Negroni, en la que es ya una de sus obras más icónicas.

"El asombro nos comunica con los descubrimientos felices, los únicos que cuentan".
Polilla Tocaya
el 17-03-2024
Copio un extracto que me encanta del epílogo: "Este libro es autobiográfico. Su germen es el cuaderno-diccionario que escribí para el Buenos Aires Tour: una lista de veintisiete palabras, definidas brevemente, que formaban, o al menos eso me pareció entonces, una suerte de mapa de mis obsesiones más fieles. Pensé, en algún momento, que podía ampliar la lista superponiendo al mapa original otros mapas o pedacitos d mapas con los que suelo perderme y así encaminarme, una vez más, a las preguntas que me interesan, no a sus respuestas. Colaboraría, tal vez, a armar un pequeño laberinto dentro de otro laberinto y allí escondería con suerte un carozo de la infancia. Recordé, no sé si antes o después, que de chica leía el "Lo sé todo". Me encantaban la arbitraria yuxtaposición de los temas, los inventarios sin importancia, el cambio repentino de geografías y tiempos, en una palabra, el clima de bazar o mercado de pulgas que se instalaba en su páginas llenas de ilustraciones. Decidí aplicar la estrategia a mi breve empresa de archivo. ¿No era la infancia, acaso, la habitación favorita del poema? Ambos son pensamientos de lo que no piensa, sueño sin soñador y murmullo de lo indiscernible. "Un exceso de infancia - escribió Bachelard - es un germen de poema". En ambos , el asombro reemplaza las percepciones y una manera absoluta de ver comunica con los descubrimientos felices, los únicos que cuentan. No dudé más. Me lancé sin demora a coleccionar objetos, autores y personajes de una dimensión privada que acaso sea la mía. (Muchos de ellos provienen de mis porpios libros - en especial Museo Negro y Galería Fantástica - , con los que éste pequeño Mundo comparte, si no me equivoco, una acústica nocturna y tal vez forme una trilogía). Como fuere, en mi pequeña cacería di con familias imprevisibles y universos desordenados que apenas logran disimular mi debilidad por lo arcaico, lo diminuto o lo arisco: todo aquello que, a mi entender, favorece la construcción de un lenguaje insumiso contra la clausura y las formas rígidas que impone siempre el realismo del poder. No hay, me dije, para un artista, más deber que evitar lo unívoco y recordar que lo bello es una especie dentro de lo raro. Así lo escribí: como quien entra a un reino mágico o a un museo de palabras para jugar con la memoria de lo que perderá. me inclino a pensar que su aspecto de tímido diccionario encubre mal una guía imaginaria del miedo y que su aire de pequeño manual de estética señala más bien la añoranza, cada vez más fuerte, de un movimiento que pudiera llevarme al centro vacío del ser."
María Negroni
Copio un extracto que me encanta del epílogo:
"Este libro es autobiográfico. Su germen es el cuaderno-diccionario que escribí para el Buenos Aires Tour: una lista de veintisiete palabras, definidas brevemente, que formaban, o al menos eso me pareció entonces, una suerte de mapa de mis obsesiones más fieles. Pensé, en algún momento, que podía ampliar la lista superponiendo al mapa original otros mapas o pedacitos d mapas con los que suelo perderme y así encaminarme, una vez más, a las preguntas que me interesan, no a sus respuestas. Colaboraría, tal vez, a armar un pequeño laberinto dentro de otro laberinto y allí escondería con suerte un carozo de la infancia.
Recordé, no sé si antes o después, que de chica leía el "Lo sé todo". Me encantaban la arbitraria yuxtaposición de los temas, los inventarios sin importancia, el cambio repentino de geografías y tiempos, en una palabra, el clima de bazar o mercado de pulgas que se instalaba en su páginas llenas de ilustraciones. Decidí aplicar la estrategia a mi breve empresa de archivo. ¿No era la infancia, acaso, la habitación favorita del poema? Ambos son pensamientos de lo que no piensa, sueño sin soñador y murmullo de lo indiscernible. "Un exceso de infancia - escribió Bachelard - es un germen de poema". En ambos , el asombro reemplaza las percepciones y una manera absoluta de ver comunica con los descubrimientos felices, los únicos que cuentan.
No dudé más. Me lancé sin demora a coleccionar objetos, autores y personajes de una dimensión privada que acaso sea la mía. (Muchos de ellos provienen de mis porpios libros - en especial Museo Negro y Galería Fantástica - , con los que éste pequeño Mundo comparte, si no me equivoco, una acústica nocturna y tal vez forme una trilogía).
Como fuere, en mi pequeña cacería di con familias imprevisibles y universos desordenados que apenas logran disimular mi debilidad por lo arcaico, lo diminuto o lo arisco: todo aquello que, a mi entender, favorece la construcción de un lenguaje insumiso contra la clausura y las formas rígidas que impone siempre el realismo del poder.
No hay, me dije, para un artista, más deber que evitar lo unívoco y recordar que lo bello es una especie dentro de lo raro.
Así lo escribí: como quien entra a un reino mágico o a un museo de palabras para jugar con la memoria de lo que perderá. me inclino a pensar que su aspecto de tímido diccionario encubre mal una guía imaginaria del miedo y que su aire de pequeño manual de estética señala más bien la añoranza, cada vez más fuerte, de un movimiento que pudiera llevarme al centro vacío del ser."