"Un retrato esclarecedor y convincente de la autora y de su objeto de estudio. Un monumento a la devoción científica."
The New York Times
[...] Cierto día llevé al grupo 4 un espejito de mano y lo instalé en la vegetación , donde Digit pudiera verlo. Se acercó muy decidido, se apoyó en sus brazos y olfateó el vidrio sin tocarlo. Cuando el joven de dorso negro vio su imagen reflejada, con los labios fruncidos, la cabeza erguida y una mueca burlona bailándole en la cara , dio un largo suspiro. Continuó tranquilamente con la mirada fija en su reflejo y alargó la mano tras el cristal para "tocar" el cuerpo de la figura situada delante de él.
Al no notar nada se quedó quieto, se contempló durante cinco minutos, suspiró de nuevo, y se fue.